Las primeras manchas en el río Nervión se avistan en Areta. A la tarde ya llegan hasta Gardea.
En un día el río se cubre de negro. Una señora con bata blanca habla por televisión: “Es fuel de un petrolero hundido en las costas gallegas, que ayudado por vientos, mareas e inoperancias ha llegado al Puerto de Bilbo, ha superado las barreras instaladas y está remontando el Nervión”.
El tercer día unos hombres de blanco intentan limpiar el río con más imaginación que McGiver: con un cepillo de dientes, con un iturri o con sus propias manos.
Transcurridos diez días, con el río como una carretera, se produce una situación peculiar: Una huelga de futbolistas, otra de hosteleros y la afonía de unos chavales de un concurso que cantan y lloran. El problema del río pasa a un primer plano y se reclama una solución a los políticos. Estos hacen un Parking.
El tiempo pasa, vuelve el fútbol, los bares y los que cantan y lloran. Nadie recuerda ya que por el pueblo pasaba un río.
Mientras el chapapote no salga por los grifos de nuestras casas no vamos a reaccionar. El hombre es capaz de tropezar una segunda vez con la misma piedra y lo único que hace es caer con más elegancia. Y a partir de la tercera lo convierte en arte.
En fin… NUNCA MAIS (sempre menos).
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