Hace unas décadas, en el momento más álgido de los conciertos, hacia la parte final del mismo, algo espectacular pasaba en el escenario: Se rompía una guitarra, algo ardía, el cantante se lanzaba al público, se intercambiaban amistosamente objetos o fluidos corporales, alguien se despelotaba,...
Ese intenso momento duraba solo 5 minutos o menos. Pero, ¿Por qué no hacer que dure todo el concierto? ¿Por qué no hacer un concierto que recoja todos esos momentazos?
Eso debieron de pensar los tres componentes (guitarra, batería y voz) de una BANDA ISRAELITA llamada MONOTONIX. Con greñas, bigotazo, sin camiseta y a lo loco, se entregan desde el primer acorde.
El problema es que luego el local queda hecho unos zorros y en algunos lugares ya les han vetado. Te hacen un calvo, se meten el micro por el ojete, desarman la batería, quitan la bebida al público y se la tiran por encima, salen cantando y tocando a la calle, se suben por el techo, tocan encima del público (casi no pisan el escenario), se autolesionan o lesionan al público (sin querer),...
Os dejamos un vídeo de ejemplo de sus salvajes y caóticos directos:
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