Había un señor que se dirigió a una aldea y ofreció a sus habitantes comprar cada burro que tuvieran a 100 euros. Buena parte de la población vendió sus animales. Al día siguiente ofreció mejor precio, 150 por cada burrito, y, así, otro tanto de la población vendió los suyos. Y a continuación ofreció 300 euros y el resto de la gente vendió los últimos burros. Al ver que no había más animales, ofreció 500 euros por cada burrito dejando a entender que los compraría a la semana siguiente y se marchó.
Al día siguiente mandó a su ayudante con los burros ya comprados a la misma aldea ofreciendo vender cada animal a 400 euros. Así que, ante la posible ganancia a la semana siguiente, todos los aldeanos compraron sus burros a 400 euros y quién no tenía el dinero lo pidió prestado, más aún, compraron todos los burros de los pueblos cercanos. Como era de esperar, este ayudante desapareció como el asesor y nunca aparecieron jamás. Cierto es, también, que a la semana en el poblado había un hecho: estaba lleno de burros y endeudados.
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